Iglesia San Ignacio de Loyola

Luego de la  destrucción del antiguo templo, se intentó reparar el hilo de la historia con la construcción de un nuevo templo, que lógicamente no tuvo la misma brillantes que el antiguo de origen guaraní jesuítico.

Se destaca el aporte de toda la feligresía ignaciana a fin de la reconstrucción  del nuevo templo. El entusiasmo del pueblo hizo que los ganaderos de la zona aportaran más dinero para la compra de materiales y así en medio de un regocijo generalizado de toda la población, se llegó hasta el techo a inicios de 1932.

Agrega que el maderamen fue un aporte voluntario de aserraderos de la Compañía San Antonio. “Los alrededores de la construcción se llenaron de profundos pozos, por extraerse de los mismos el barro para asentar los ladrillos. Los carreteros aportaban la arena para la elaboración de la mezcla.

En plena Guerra del Chaco  se produce la vuelta de los jesuitas en San Ignacio. Los califica de pioneros de la recuperación de la fe católica del pueblo. Y los cita: Padre Joaquín Vericat (ilustre), Justo Beriguintais y los hermanos Angel Bozal y Trentini. Con ellos se dio nuevo impulso para la terminación del templo. Se instaló una baldosería para la construcción del piso, en el maderamen y el techado

San Ignacio fue un jesuita español declarado Santo por la iglesia católica en 1622, canonizado por Clemente XV. Su primera dedicación fueron las armas, pero tras resultar gravemente herido en la defensa de Pamplona contra los franceses, cambió por completo de orientación. La lectura de libros piadosos durante su convalecencia le motivó a consagrarse a la religión.

Se retiró inicialmente a hacer penitencia y oración en Montserrat y Manresa, donde empezó a elaborar el método ascético de los Ejercicios espirituales. El 15 de agosto de 1534 junto con sus compañeros juran en Montmartre «servir a nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo» y nace la Sociedad de Jesús, llamada posteriormente  la Compañía de Jesús. Fue elegido Superior general de su orden religiosa. Envió a sus compañeros como misioneros por Europa para crear escuelas, universidades y seminarios donde estudiarían los futuros miembros de la orden. Muere el 31 de julio de 1556, debido a una enfermedad en la sede de los Jesuitas en Roma.

Padre David Hernández

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